Agresión escolar
Aunque fue detectado desde los años 80, el bullying o violencia entre escolares es un problema social que la mayoría de colegios prefiere ignorar. En nuestro país uno de cada siete alumnos sufre de bullying y en esta nota hemos recabado el testimonio de tres padres que nos han confiado sus historias con la condición de no revelar su identidad. Por María Isabel GonzalesAna mira de reojo a sus compañeros de primer grado. Ellos le devuelven el gesto. Están hablando en voz baja.
Ella no llega a entenderlos, sus palabras se quedan en murmullos. La profesora levanta la voz: “Ana viene de Estados Unidos.
Estará con nosotros por un año, ayúdenla a ponerse al corriente”. Ana busca una cara que le resulte amigable. De pronto le señalan una carpeta vacía. Lleva el cabello sujeto en una cola, el uniforme huele a suavizante y tiene una mochila que mamá le compró. De pronto alguien le jala el pelo y Ana voltea sorprendida. Los niños se ríen, ella se avergüenza y se da la vuelta. No sabe que una de sus nuevas compañeras acaba de elegirla como su víctima.
A través del teléfono, la madre de Ana cuenta que nunca había vivido algo parecido. Ella, una peruana radicada en Estados Unidos desde hace diez años, no se había enfrentado al bullying o acoso escolar mientras fue alumna. “Si pudiera volver en el tiempo no elegiría el colegio en el que la matriculé. Yo hice caso a la recomendación de un amigo y, según lo que pude averiguar, pensé que era una buena opción. Dos mil soles de mensualidad en el corazón de San Isidro y sin embargo fue allí donde desde la profesora hasta el director no pudieron enfrentar el acoso escolar. Yo estudié en un colegio nacional y no me enfrenté a una cosa así”, asegura.
Al colegio no voy
Apenas pasó una semana y Ana ya no quería ir al colegio. “Las niñas son muy malas”, le dijo a su madre. En casa creyeron que le había afectado el cambio de costumbres. No se imaginaban que a diario su hija recibía insultos y empujones de otra niña. Un día cualquiera esa niña subió el nivel de sus ataques. Se acercó a Ana y le propinó una patada y un puñetazo. Aunque recién entonces se animó a contar lo que sucedía en las aulas, le pidió a su madre que no se quejara con la profesora. Le daba vergüenza ser una “soplona” y también temía recibir represalias. Pero tras semejante paliza la madre no se quedó con los brazos cruzados.
“Insistí con la maestra, la psicóloga y el encargado de disciplina. La respuesta fue que esa agresora venía de una familia disfuncional. Pero en realidad el personal del colegio estaba con las manos atadas pues esa familia es una de las más ricas e influyentes de Lima. Con eso me decían que nunca se atreverían a hacerle entender que lo que hacía estaba mal”, cuenta la madre de Ana.
Derrumbando mitos
Por el caso de Ana podemos concluir qué lejos están de la realidad aquellos padres que asocian el bullying con una práctica focalizada únicamente en los colegios de sectores populares. La verdad es que se extiende a los colegios más exclusivos de Lima y también allí es ignorado por docentes y autoridades educativas. “Incluso se ha llegado a decir que las víctimas vienen de familias disfuncionales y por eso son retraídos y temerosos, fáciles de agredir. Ese es un comentario ligero; hay muchísimos factores de los que podríamos hablar en una víctima de acoso escolar o en el victimario. Lo primero es entender que los adultos tienen un rol como padres y como modelo de autoridad. Si eso falla podemos llegar a extremos como ya hemos visto en el Perú”, explica Janet Oliveros, psicóloga de niños y adolescentes.
En este exclusivo colegio limeño no ayudaron a Ana. Si no hubiera sido por el papel decisivo que cumplió su madre, quizás seguiría sufriendo en silencio. Incluso fue a casa de la niña agresora creyendo que allí encontraría una solución. “Esto no es nada, son cosas de niñas”, respondió una madre indiferente. “Me quedé con la boca abierta. Este colegio tiene un ambiente muy hostil, muchos chicos se van del colegio porque sufren de bullying. Los molestan si no tienen mucha plata o si no viven en un barrio exclusivo. Si sus rasgos son andinos los marginan. Es una cosa terrible”, dice. Aunque no se lo hubieran imaginado, parte de la solución fue matricular a Ana en clases de karate y este año se van de regreso a Estados Unidos.
Mirada atenta
La psicóloga y especialista en temas de bullying Vivian Landázuri explica que los docentes pueden detectar quiénes tienen mayor tendencia a ser abusadores y quiénes podrían ser atacados. En los primeros se distingue por la impulsividad, y en los segundos depende de la autoestima y la confianza con que se desenvuelvan. Desde entonces el colegio tiene una responsabilidad con sus alumnos.
“Si bien el conflicto es parte del proceso de crecimiento, eso no puede confundirse con el bullying. Este es un abuso sistemático o intencionado de alguien o un grupo que quiere resaltar sometiendo a otro. Y siempre es clandestino. Hay que estar atentos porque usualmente entre sexto grado y primero de secundaria la violencia entre alumnos se hace más fuerte”, explica Landázuri. En su experiencia ha podido identificar que los colegios muestran mayor interés en el tema desde hace dos años, “aunque aquellos que desarrollan una estrategia para evitar el acoso en las aulas son poquísimos comparados con los que solo aplican sanciones”, anota.
Negación del agresor
Además de la incapacidad de los centros educativos para actuar de inmediato, también está la indiferencia de los padres. Siempre son las víctimas las que llegan a consulta con un especialista pero el niño o adolescente agresor jamás viene acompañado de papá y mamá a visitar un psicólogo. “Si vienen es por otra razón. Llegan por malas notas o dificultades en sus relaciones familiares. Eso es preocupante porque la reacción de los padres cuando les avisan que sus hijos son agresivos es la negación”, dice Landázuri.
Como en el caso de Antonio, que vive en el Callao y también está en un colegio privado. Cursa el cuarto de secundaria y en su salón hay tres grupos definidos: los “populares”, los “inteligentes” y los “choteados”. Antonio pertenece al tercero. Todos los días los chicos populares le hacen apanado, con la complicidad del resto. A veces lo golpean tan fuerte que termina sangrando por la nariz. Pero Antonio se ríe para que no le digan cobarde. Una vez se quejó con el profesor de disciplina y los demás lo llamaron “mariconcito”. Otro día durante el recreo lanzaron su mochila por la ventana y perdió su celular y su iPod. Los profesores vieron lo que sucedió y enviaron una nota al padre de familia del líder de los populares. Este respondió que en un colegio todos deben aprender a defenderse. De lo contrario que se “ponga falda”, escribió.
Según Landázuri, el niño víctima duda mucho antes de acusar a su agresor. “Para ellos ser presa del bullying es lo más vergonzoso que les puede pasar. Prefieren ocultarlo para no pasar por la ridiculización. Y cuando un padre les responde que se defiendan solo agrava el problema porque es una forma de decirles que si no logran enfrentarse es su culpa, les bajan la autoestima y solo generan desconfianza en ellos. Incluso los testigos se vuelven parte de este círculo perverso porque aceptan la violencia como algo normal, en vez de denunciar lo que sucede”, advierte la especialista.
No le dan solución
Valeria tiene siete años. Vive y estudia en un colegio particular en Comas. El año pasado llegó a casa con manchas en la blusa del uniforme. Valeny, su madre, le pregunto por qué las tenía y Valeria no quería responder. La madre insistió y revisó la piel de su espalda. Tenía pinchazos. A un niño de su clase se le dio por hincarla con el lápiz recién tajado. Cuando Valeny se quejó en el colegio, la profesora dijo que hacía falta que se conocieran más y los sentó juntos. El niño estuvo feliz porque tenía a la víctima a su lado. Tomaba un cuaderno, lo enrollaba y se lo tiraba en la cabeza. Seguía manchándole la ropa y la pateaba cada vez que podía. Valeria dejó de contarle a su mamá lo que pasaba y se negaba a ir al colegio.
Pero, así como le pasó a Ana, llegó el día en que Valeria no aguantó más. El niño agresor y otro compañerito intentaron ahorcarla durante el recreo. Nadie vio nada. Valeria corrió para esconderse en el baño. Allí la encontró su mamá cuando llegó a recogerla.
Valeny también tocó la puerta de la familia del niño. Los padres se burlaron de la situación pero, al sentirse reprendidos, el padre respondió: “Mi hijo no es ningún loco. Yo no tengo por qué estarlo castigando”. La única salida para Valeny fue retirar a Valeria del colegio. Al comentarlo a la profesora, esta le respondió: “La mamá del niño tiene cáncer y por eso él reacciona así, debe sentirse abandonado. De seguro quiere llamar la atención. El papá es militar y casi nunca está”. Valeny la miro incrédula. “¿Quiere decir que si yo me enfermo mi hija puede ir por ahí golpeando a otros niños? Yo opté por este colegio porque, aunque estaba más caro que otros de la zona, no tenía muchos alumnos y pensé que podían atender mejor a mi hija. Creo que me equivoque”, respondió.
En este y los anteriores casos siempre hubo tres personajes: el agresor, la víctima y el testigo. Todos como parte de un círculo perverso en el que la intimidación, el hostigamiento, la vejación y la humillación son el pan de cada día. Esto puede frenarse si los alumnos denuncian los abusos y los padres toman conciencia de lo mucho que afecta a la formación de un niño el abuso constante y solapado de palomillada.
También en video
1. En Youtube aparece el video de las alumnas argentinas de la Escuela Normal de Paso de la Patria. Este lugar está ubicado en la provincia de Corrientes. El video fue subido el 18 de abril del 2011 y ha sido visto por 8.598 usuarios.
2. Por el audio se deduce que son estudiantes chilenas de 1º de secundaria. Aquí cinco chicas se burlan de una compañera en la clase de educación física.
Más sobre el bullying
En los años 80. En los países nórdicos se identificó el bullying como un problema a partir de una ola de suicidios. Luego Japón y Estados Unidos empezaron a mitigarlo. La preocupación en Sudamérica empieza en el 2007. Uno de los últimos casos fue el de Wellington de Oliveira, en Brasil. Este hombre de 23 años asesinó a 12 niños de una escuela municipal donde él también estudió y sufrió de maltrato.
En el mundo. En Estados Unidos el 40% de la población escolar está vinculado al bullying como agresor o agredido. En Japón existen 38.000 páginas web en las que estudiantes de secundaria publican amenazas o fotografías comprometedoras de sus compañeros para humillarlos.
Perfiles. Las víctimas suelen ser atacadas por mostrarse sumisas y cuando su contextura es frágil. Además de tímidos y solitarios. Los agresores no controlan sus impulsos, les gusta resaltar y dominar su entorno.
Estrategias contra el acoso. Según las especialistas Patricia Navarrete y Vivian Landázuri, lo ideal es que cada colegio cuente con un programa contra el acoso escolar. Se deben identificar líderes dentro del cuerpo de docentes para que se acerquen a los alumnos y canalicen sus testimonios en denuncias contra los agresores.
En la cultura popular
El crítico de televisión Fernando Vivas recuerda la novela de José Bravo Barrio de Broncas (1971) en la que se develaba la violencia entre la juventud de los 50’s y 60’s. Aunque ya Mario Vargas Llosa con La ciudad y los perros (1962) había expuesto cómo se formaban los futuros “gorilas dictadores militares”, dice Vivas. El esclavo era el personaje que por “soplón” murió de un tiro en un entrenamiento. En Paco Yunque (1951), una lectura obligada de nuestra niñez, también se puede observar esta marca de la violencia hacia un niño por Humberto Grieve, hijo de los patrones de la madre de Paco. Aunque son muchos los autores que han tratado el tema, Vargas Llosa lo hizo con recurrencia en sus primeras obras: Los jefes y luego en Los cachorros.
En ellas también retrata esa realidad, machista y dura, que deben pasar los muchachos para probarse como hombres. Vivas señala que el bullying se disfraza de una afirmación de la sexualidad. “De acuerdo con el paso del tiempo podemos ver cómo la violencia se confunde con otros matices. En la televisión, en programas como el que tuvo Augusto Ferrando. Allí él ponía las chapas. Era su afán de dominación decir que él había descubierto a la gente. Ya en otros como El especial del humor el popular apanado se disfraza de broma y en realidad están lastimando a una persona. Es la lorneada que no es otra cosa que bullying”, advierte Vivas.
En el cine también se ha tocado el bullying, sobre todo en el independiente. Sin embargo, suelen ser las hollywoodenses las que más se recuerdan. Como Carrie (1976) y Karate Kid (que tiene una saga exitosa y en el 2010 se vio renovada con la actuación de Jaden Smith). En la primera, una chica retraída es maltratada por sus compañeros de clase y ella con sus poderes psíquicos termina matándolos en un incendio. En Karate Kid, un muchacho se muda con su madre a California y allí, tras un enfrentamiento con compañeros de la escuela que a la vez saben karate, se ve obligado a entrenar para defenderse. “Los personajes siempre están trabajados para que nos enganchemos con la víctima, para que nos reflejemos en ella y estemos atentos a su reacción ante el abuso”, finaliza Vivas.
Publicado por Carlos Villacorta Valles - Caobacii.blogspot.com
Que lastima que la pagina no deja ver la fecha en que subieron la información ya que esto no permite tomarla para referenciar
Esperaba encontrar el procedimiento a seguir ante las autoridades si el colegio no toma acción ante una queja de acoso.
8